viernes, 30 de marzo de 2012
Vanitas Vanitatum
Sonidos lejanos, casi de tercer tipo, llegan a mis oídos, a mis neuronas, tan puros, tan extraños. El eco que reclamaba Ofelia al entrar al laberinto, llenando de magia la atmósfera fría de la ciudad guerrera. Pasos acercándose, llevan a la niña a otro mundo, a otro sueño, dejando en el camino esas luces y sombras de un cuadro barroco del siglo XVII. Vanitas vanitatum, la fugacidad de la vida que se va con la flama de la vela roja de una piedra que refleja el fuego-juego de los que juegan a ser niños nuevamente. Inocencia ininterrumpida, elefantes buscando su destino, haciendo su destino, destinados a elegir su destino, atinados en las formas y viajando por un multiverso de sensaciones. Cabellos cortos, cabellos largos, negros, rubios, castaños, enrulados, lacios, salvajes, desprolijos, peinados. Miradas intensas, penetrantes, miradas perdidas, divagantes. Pasos firmes, pasos cortos, pero pasos al fin. El fin está en el principio y sin embargo uno continúa, alquimistas de la vida y de la muerte, nuestros signos se entremezclan y llegan a una tercera fase de dialéctica, vacaciones con paraguas y un vasito de agua que contiene lo que debe callar. Con gran esfuerzo puedo cantar mil cosas que jamás entenderé, podría girar o volar o gritarle al mundo quien soy, pero no es ese el resultado, no es ese el cambio. Cuando uno o dos o veinte o mil llegan a un mismo punto, ese punto que comienza y culmina y vuelve a comenzar, la espiral vita que refleja la fuente interior, sabremos, simplemente sabremos.
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