lunes, 8 de febrero de 2010

Caer de una escalera


Caer de una escalera es casi divertido. No importa si es caracol, recta, mecánica o de las que se abren, siempre tiene su encanto. Cómo puede tener esto sentido? Se estará preguntando, estimado lector. Yo le cuento: Esta historia me remonta a unos siglos atrás, cuando en el frío invierno escocés hallábase un hombre en su pintoresca casa de madera de cedro. Esta casa tenía una particularidad: era de dos pisos, algo novedoso para la época. Aún así, este hombre no estaba conforme, ya que en su casa (ni en niguna otra) no había escalera. No existían, vió?
Entonces, todos los días se sentaba este hombre en su sillón mirando para arriba, y pensaba: "Por qué no existen las escaleras?" En eso, una enorme escalera de madera de roble emergió del suelo, uniendo ambos pisos de la casa. El asombro era astronómico, la mandíbula se le descolgó golpeando el piso recién encerado. Había una escalera en su casa!!
El rumor se propagó cual fuego en mis bolsillos, todo el mundo ya decía: "ahí va John Escalera". Y de esta manera fue bautizado, dando comienzo a la Era de las escaleras.

Pero eso no es todo, que te pensas, que mis títulos son un sinsentido provenientes de la más estrecha locura? Absolutely not, y te lo voy a demostrar.
Caer de una escalera es casi un arte, un despliegue físico digno de los Juegos Olímpicos. Plasticidad y gracia se unen para dar lugar a estrepitosas caídas. Las hay ruidosas, despatarradas, escandalosas, rebotadoras, incluso en cámara lenta.

(Voz tipo Stallone) -Noooooo! grita la mujer con el brazo estirado y dejando caer muy lentamente la bolsa con las compras. Tarde. Él no vio el helado de vainilla que se le cayó al infante de remera verde hace 5 minutos. Todavía fresca (y resbalosa), invitaba a ser pisada en lo alto de la escalera de mármol del centro comercial. La vainilla provocó una aceleración repentina, haciendo que el incauto marido salteara cuatro escalones para caer de palomita en el quinto, que sirvió de trampolín para que los espectadores de turno pudieran observar la vuelta carnero que, más que carnero, parecía un buey en celo. No alcanzaban los codos para avisar a los demás que no se perdieran tan artística obra. Pero todo esto ocurría en cámara lenta, y podía observarse la desfiguración del rostro del caído. Las cejas chocaban con los ojos, que a su vez rebotaban con la nariz y las orejas, emulando los tan queribles pin-ball. Qué será de la vida de los Flippers? Abandonados en un galpón, oxidándose tras haber cumplido sus años mozos. Expresión vieja si las hay, "años mozos". -"Qué buen mozo!" decían las viejas Legranezcas (en sus años mozos). Aunque no se bien el origen de la expresión, poco importa, ya que se sabe que mozos y escaleras son enemigos íntimos.

So, el aterrizaje del pobre hombre, digno de un 747, fue la frutilla del postre, o mejor dicho la cereza del helado ;] De pecho al piso, y retorciéndose como un salmón, siempre seguí la misma dirección, la difícil forma en la que cayó, con las piernas elevándose mientras gritaban: "Viva la patria!" y los talones ensayando para su próximo recital, utilizando como toc-toc la nuca del escalerado.
La multitud estalló en aplausos, los vivas subían por las escaleras, y el hombre con la inercia se puso de pie, agradeciendo como es debido las gratificaciones de la gente.

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