martes, 19 de octubre de 2010

Canto visceral


Es esa sensación debajo de la lengua, como si la gravedad se esmerara y presionara de más, cerrando a su vez el estómago y haciendo un nudo con las vísceras, un ballestrinque al intestino y un escota doble en la garganta... debajo de los ojos un punzón que penetra los músculos, la presión ocular como una roca tapando la caída de la cascada que baña el resto del cuerpo enroscado cual víbora en su sobremesa, comprimido e inmóvil.

Un puño rompiendo el frágil cristal de mi pecho, haciendo volar en pedazos lo que quedaba de corazón, ya sin sangre, sin luz. Ese puño que todo lo congela, un antártico puño de un aún más helado corazón, just go, como Kruczynski, el desinterés hecho oración. Mi cerebro cede al agujero negro del centro de mi cabeza, que estira y zipea las neuronas y las ideas, mientras todo se oye lejos, una gran caja de resonancia con eco ensordecedor, pasos lejanos y el agua de un charco, una gota que cae sinfónicamente y que en horas más llenará toda la caja, ahogando las penas como un vaso de cerveza tibia. El alcohol, fiel amigo de los corazones enmendados, acompaña el momento, y trae recuerdos de una noche nefasta y alegre, y triste a la vez. La complejidad de las cosas, tantas emociones juntas y un obstáculo no superado que atormenta el futuro convertido en hoy.

Un martillo retumba en la caja, se hace oír, recuerdos are bad, medusa me da nauseas y lo demás... lo demás a veces me da risa, a veces bronca, a veces nostalgia y el triunfo que no fue, pero es en otro universo, en este no murió, sólo quedó en stand by. Si las horas en que golpea son minutos que tocan y segundos que rozan, los instantes en que el ilusorio vacío nos separan se convierten en eternos al unirnos al todo indivisible al que pertenecemos.

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