sábado, 21 de agosto de 2010
El viaje eterno
Comienza a rodar. Va despacio y luego acelera. Comienza a ganar volumen mientras desciende siguiendo esa curvatura, nunca se imaginó que viniendo de donde viene llegaría tan lejos.. Se suma otra, pero esta vez desde el otro lado. Es el mismo patrón, a fuego lento, despacito pero constante, como un buen asado. Pero no se trata de asados, está muy lejos de esa tradición dominguera, de familias y de amigos. No, esto es todo lo contrario. Siguen su curso mientras se van alimentando a su paso. La gravedad hace el resto, mientras otra más se dispone a jugar una carrera con nuestra protagonista. Perdí la dimensión del tiempo, parece una eternidad, un instante. Un instante, eso es. Un instante eterno, todo se detiene y los recuerdos que se siguen sucediendo como un torbellino, una catarata de imágenes, un aroma, ese anillo, las tazas con el café humeante.. se superponen pero forman un todo, el esquema completo que se va formando en el subconsciente, los miedos, la bronca, los lamentos por aquello que no se dijo. Eso, eso es lo que más duele. Un nudo en la panza que no se desata con comida, pero es un castigo que asumo con dolor.
Mientras tanto, ellas siguen con su carrera, 9,81 metros sobre segundo al cuadrado, se funden en una sola, que se agiganta. Una carga emocional alta, en el otro lado sucede lo mismo. Las cataratas que siguen, las nubes aportan su proyección de sombras, esas del pasado que salen a flote cuando te bajan las defensas. El pintor que prepara ese plateado corotesco.. o milletesco? No lo recuerdo, poco importa la gráfica cuando se forma la tormenta, que comienza a largar esas gotas gruesas que golpean, lastiman. Retumban en mi pecho, es lo único que logro escuchar. Incrementan su fuerza, ya no hay paraguas que aguante la potencia de las lágrimas que siguen cuesta abajo, acelerando, rodando por la curvatura de mis mejillas hasta estallar en el suelo.
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