miércoles, 7 de abril de 2010

Virreinato del Río de la Pata



Un eje en mi cabeza la hacía girar 180º hacia la izquierda. Mi mirada clavada en las aspas del ventilador, quien también me mira, y entrecierra los ojos. Puedo adivinar sus intenciones, pero ya es demasiado tarde. "Quién golpea primero, golpea dos veces", dice este sabio refrán que avala la supremacía de este electrodoméstico que, como en un duelo del lejano oeste, desenfundó primero.

Es inevitable. El hipnótico giro ya hace efecto en mi cabeza que inició la rotación, y acelera lentamente. Como las estrellitas de Navidad, las chispas (powered by mis ojos) comienzan a esparcirse mientras se suma a la fiesta el DJ Detector de humo, musicalizando el evento. Esas chispas ya son llamas, crecen rápido los chicos. El llanto se escucha a 2 km a la redonda: el Pandemonium ha nacido. La madera, hermoso elemento, ve como se consuman sus restos, piensa "al menos aromatizaré el lugar". Efectivamente el dulce olor a madera va llenando la habitación cual pinito al autito.

Mi cabeza que sigue imitando al ventilador, ya con autonomía propia. Mi cuerpo, al no recibir sus órdenes, sienten en carne propia la libertad. "¡Se acabó la tiranía!" exclamaban las rodillas. "¡Muerte a la cabeza!" gritaban los talones. "¡Viva el Che!" cantaban mis dedos no diestros. Al parecer todos se sentían oprimidos...¿Por qué no se rebelaron antes? -"Es que no era el momento, che!" me grita una oreja, enojada. Bueno, bueno, calmate, además vos que hacés acá si sos parte de la cabeza? -Pasa que huí en una balsa. En eso, por fin la cabeza se salió de su eje y rodó escaleras abajo. El cuello, al asimilar la situación, dijo "¡Calmaos! Os diré lo que tenéis que hacer. Es imperioso salir de este cuarto en llamas, por tanto vosotros debéis seguirme, vale tío?" Como era de esperar, la escala jerárquica ubicaba al virrey cuello al mando en situaciones de desastre. Pero las piernas dudaron: convocaron a una rápida reunión. "Mepa que este gallego es peor que la saviola. Sigamos el ejemplo balcánico y hagamos la nuestra".

Y así fue. Las piernas, astutas, sabían de su importancia para la huída, por lo que dijeron "Síganme! No los voy a defraudar". El plan era casi perfecto, pero la invocación a Voldemort echó por la borda todos sus planes neoliberales. Pronto los brazos decidieron romper el vidrio y tirarse por la ventana, el tórax cargó su chi y salió volando hasta la estratósfera, la panza fue hacia la heladera, y tomó un pedazo de pan. Si, me gusta fresco. Las orejas seguían remando en un mar de corcheas locas de atar, buscando su lugar en Felicidonia. El canguro que prendió la tele para ver el partido del Milan, mientras puteaba a Jack Sheppard.

Una tras otra las llamas fueron formándose en fila listas para atacar. El hígado que temblaba, un corte y explota todo. De pronto ¡PLASH! la chica del bikini azul irrumpió en la sala. "Acá vive Belcebú?" indagó, confundida. -"Si, ahí está" indicó como pudo la ceja derecha. Todas las miradas señalaban al ventilador, el inventor de la pólvora. El tipo que tiró la piedra y escondió la mano, la mano que mece la cuna. La cuna de las heridas, que sangran savia. Mi savia. Como una acacia, mi saber todo. Mis ojos eran hojas, que hacían headbanging fusionándose con mi cabeza. Un árbol metalero, haciendo el ventilador vikingo. Un Ozzy cantando Mr. Crowley, la rasgosa voz que hacía llorar al sauce. Y el fuego, ancestral enemigo. Dicen que la buena madera se muere cuando quema, pero qué mal morir en vísperas de la asunción del nuevo rey. Las raíces ya vienen preparando las festividades, el desunido cuerpo que mira desde afuera. "Somos un cuerpo tercermundista" reflexiona un nudillo. El árbol lentamente comienza a iluminarse, para envidia de los artificiales pinos navideños. La savia vital que ya sube por las ramas.

Se abren los ojos, súbitamente.
El árbol brilla, resplandece.

Buddha se ha levantado.

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