miércoles, 9 de marzo de 2011

Perfume: los mitos finalmente revelados


El perfume, adicción de algunas personas, la némesis de otras, siempre se las arregla para estar presente en nuestra vida cotidiana, pero... cual es la verdad detrás del perfume? Vení, acercate al fogón que yo te cuento. Dice la leyenda que hace muchos, muchos años, en una extraña región llamada París, habitaba un monje que padecía de un olor a chivo espantoso. Marchitaba las plantas al pasar, los cuerpos entraban en descomposición, la tierra se volvía infértil, en fin como te podrás imaginar una baranda de aquellas. Un buen día este señor encontró un frasquito con un líquido medio extraño. Fiel a la curiosidad innata de estos seres conocidos comunmente como "personas" decidió abrirlo.

(Cámara subjetiva desde adentro del frasco zigzagueando hacia afuera hasta las fosas nasales del monje) - Puaaaaaaaaaaaaj, que demonios es esto? .- dijo totalmente disgustado. El olor putrefacto pudrió su prominente napia hasta niveles astronómicos, provocando su fruncimiento acompañado por un gesto de boca y una arcada. El anti-aroma penetró duramente en el monje, tanto que logró neutralizar su propio hedor nauseabundo. Plimp! hizo la lamparita que estaba arriba de su cabeza. Sin querer se había apoyado en el interruptor, pero la luz que lo encandiló ilustró perfectamente la idea que se le había generado en los confines de su cerebro. Si lograba concentrar un olor del mismo tamaño que el propio, podría neutralizarlos y pasar desapercibido ante las poco agraciadas plantas que debían convivir con él. Entonces puso manos a la obra, pero aún le faltaba un nombre a su descubrimiento.

En otro buen día, un caminante que pasaba por allí le preguntó por Penélope, pero como no estaba en el pueblo y se sentían un poco solos, bueno, esteeem, se quedaron charlando. Esas ideas que tenes eh? Bueno, la cuestión es que el viajero andaba con mucho opio del poderoso, y se quedaron fumando en una pipa gandalfesca mientras iban y venian los barcos hechos de humo, navegando por mares de humo llenos de peces de humo con sus tripas de humo. Ya iban tomando confianza y el monje decide contarle acerca de su creación.

- Uhh que bueno loco, tenemos que armar una empresa con esto - dijo el viajero.
- Es buena idea, pero hay un problema... las empresas todavía no existen! - observó atinadamente el monje. 
- Bueno, bueno, está bien, como es que se hacen las cosas en esta época? - preguntó retóricamente el caminante capitalista mientras buscaba algo en un libro - acá está, si querés lo que podemos hacer es lo siguiente: vos fabricas varias copias de este invento y yo lo doy a conocer en el mundo!
- Mmm bueno, pero necesita un nombre todavía - dijo el medio huevón monje.
- Llamémoslo "la fragancia que desvela la cornisa de fuego latente en cada neurona pulmonar del universo" - dijo el viajero ayudando su expresión con un ademán del brazo derecho.
- Vos estás fumado, es más, diría totalmente fumado... teniendo en cuenta el prefijo "per-", que denota intensidad o totalidad, diría aún más atinadamente que estás per-fumado. - sentenció el oloroso lugareño.
- Ahí está! perfumado! si estoy perfumado con este producto que hiciste, significa que es perfume! - exclamó entusiasta el caminante mirando su reloj infantil. - Oh, ya se me hizo tarde, debo irme - le dije al monje y desaparecí de su vista dejando un halo amarillento tras de mí. 

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