jueves, 16 de diciembre de 2010

Sueños dentro de sueños


El sonido de la lanza cortando el aire me impulsaba a seguir corriendo. Sudor y confusión se mezclaban al momento del cuerpo a tierra, mientras el ave pasaba rozando mi cabeza. Agua. Una balsa en el medio del inmenso mar. Mi aterrizaje forzoso no me ayudaba en la comprensión, no lograba divisar nada, sólo el agua, algunas gaviotas y la pequeña tapita amarilla de gaseosa que me sostenía, y las olas que se envalentonaban para golpear más fuerte en su afán de voltearme. Mis manitos aferradas hasta sangrar y lo inevitable, hacia las profundidades. Veo un cardúmen de sardinas que disminuye su marcha como invitándome a que vaya con ellos. Sin mucho tiempo para pensar ya me encontraba millas away, comportándome como ellos, sin saber en donde terminaba yo y en donde comenzaba el otro. Ese overmind nos guiaba por la masa azul hasta que los boca de botella aparecieron. Siempre aparecen, asistencia perfecta al ciclo de la cadena alimenticia. Con nuestras tropas diezmadas seguimos, sólo para encontrar otro obstáculo: las redes de los aleta doble terrestres, esos extraños seres verticales que tanto temor infunden en el resto del reino animal. La mitad aproximadamente queda atrapado, yo entre ellos. Me arrastran hasta la playa, mis branquias sienten la falta de agua y grito justo antes de que el brillante cuchillo atraviese todo mi ser.

-¿Qué te pasó?- dice mi madre asustada.
Miro hacia todos lados.
-Nada... fue sólo un sueño - le digo.
Un sueño muy extraño. Esto si que era empatía en su máxima expresión, un poco aterrador pero por lo menos el viaje se hizo más corto. La ruta estaba con poco tráfico y el día invitaba a dirigirse al sur. Ya se sentía el calor en las tempranas horas, y me dispuse a preparar el mate.
-¿En donde está la yerba? - pregunto a mi madre.
-Fijate en el asiento de atrás, en el bolso rojo - me dice.
Busco y encuentro, abro y comienza a salir un líquido verde oscuro y rápidamente comienza a cubrir todo el asiento, mis manos, mi cuerpo y el auto entero se sumerge en la viscosa sustancia.

El silencio y la oscuridad me tienen adormecido, casi hipnotizado. Logro mover lentamente la cabeza y caigo en la cuenta de mi inmovilidad. Intento en vano gritar, esta vez no funciona. La asfixia vuelve a ganarme y despierto jadeante, sudando y con los ojos muy abiertos.

Estoy solo en una cama. ¿Qué fue eso? Un sueño dentro de otro, no podía sacármelo de la cabeza. No era algo de todos los días, y encima ambos terminaban trágicamente. Hice un esfuerzo para recordarlos bien antes de que se inicie el período de olvido. Menos mal que siempre tengo un cuaderno bajo la almohada para anotarlos mientras están frescos. Comienzo a escribirlos a ambos adjuntando un pequeño análisis de lo que sucedió, y me pregunto: si ya me pasó dos veces, eran mi realidad, mi experiencia, ¿Cómo puedo estar tan seguro de que ya estoy despierto? Cómo puedo-- RIIIIIIIIING!

El reloj despertador del sin tiempo me despierta.

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